La tranquilidad que necesitas: y es que seamos realistas, los hoteles familiares no son especialmente tranquilos porque los niños necesitan actividades en las que descargar su inagotable energía. Por el contrario, en los hoteles solo adultos impera el silencio y se respira una paz que sin duda agradeceremos.

Una cuidada gastronomía: porque cuando somos adultos nos hacemos cada vez más exigentes y eso incluye nuestra alimentación. Por ello, estos establecimientos intentan esforzarse especialmente en ofrecer propuestas culinarias más creativas y elaboradas.

Instalaciones y servicios pensando en tu bienestar: podremos encontrar, entre otras cosas, servicio de masajes, spa, tratamientos de belleza, programas de animación más sobrios y cuidados, actividades deportivas e incluso zonas naturistas.