El nombre de Teotihuacán proviene de la antigua lengua náhuatl y significa “lugar donde los hombres se convierten en dioses”. Este asombroso lugar, Patrimonio de la Humanidad, y que en su época de máximo esplendor llegó a tener una extensión de más de 20 km2, fue una de las mayores y más importantes ciudades prehispánicas de Mesoamérica. La Calzada de los Muertos, el Templo de Quetzalcóatl o las pirámides del Sol y de la Luna, son algunos de sus principales atractivos.

El 24 de julio de 1911, un profesor de historia de la universidad de Yale llamado Hiram Bingham, llegó a una cima en el valle del Urubamba que parecía una jungla tropical. Pero pronto empezaría a divisar edificios y muros de granito —magistralmente engarzados y sin ningún tipo de amalgama— entre la tupida vegetación formada por el paso de los siglos. Lo que había encontrado Bingham fue el Santuario histórico de Machu Picchu, las ruinas más importantes jamás descubiertas en América del Sur desde los tiempos de la Conquista

Uno de los yacimientos arqueológicos más importantes y antiguos del mundo maya es Tikal, emplazada en el corazón del bosque tropical del Petén, al noreste de Guatemala. Patrimonio de la Humanidad, su nombre significa “ciudad de las voces de los espíritus mayas” y es uno de los ejemplos más representativos del auge y la enigmática caída de esta gran civilización, la más poderosa de la región durante los siglos III y X.

Fundada en 1557 por el explorador Gil Ramírez Dávalos, bajo órdenes del virrey del Perú, el conquense Andrés Hurtado de Mendoza, Cuenca —conocida también como la Atenas del Ecuador— es una de las ciudades coloniales más hermosas de Latinoamérica y por ende de Ecuador. Destaca su característico horizonte de enormes bóvedas y campanarios elevados, sus balcones de madera tallados a mano y repletos de coloridos geranios, y sus templos e iglesias neoclásicas y barrocas. Hermanada con su homónima española en 2002, ambas ciudades comparten el privilegio de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad.