El camino Inca
El Imperio Inca fue uno de los más extensos e importantes de la América precolombina. A pesar de su fugacidad —apenas duró 100 años entre los siglos XV y XVI—, llegó a abarcar casi 2.000.000 de km2, desde Colombia hasta Chile, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina. Para poder conectar todos los territorios que conformaban el imperio con la capital, Cuzco, los incas construyeron una red de caminos sobre una de las geografías más escarpadas y abruptas del mundo conocida como Qhapaq Ñan o Red Vial del Tahuantinsuyo. El Camino Inca, que unía la ciudad de Cuzco con Machu Picchu, es solo una pequeña parte de apenas 39 km de longitud de esa colosal obra de ingeniería y que se mantiene hasta hoy. El recorrido clásico dura cuatro días a través de bosques tropicales, túneles, ríos y puentes colgantes, acantilados desérticos e imponentes nevados como el Salkantay o Humantay de más de 6.000 metros de altura, aunque es posible hacer parte del camino en menos días en función del tiempo y de la condición física que se tenga. Al final, la recompensa siempre es la misma: llegar al amanecer a la Puerta del Sol o Intipunku, para ver cómo la ciudadela de Machu Picchu recibe los primeros rayos de sol. Es importante tener en cuenta que, para preservar el estado del camino, el acceso diario está restringido a un máximo de 500 personas, por lo que es necesario reservar con una antelación mínima de seis meses. Hacer el Camino Inca es un rito iniciativo para todo viajero y una aventura mística que hay que hacer al menos una vez en la vida.